El alumnado de una clase de cuarto de ESO del Instituto Torreblanca de Sevilla venden productos fabricados en India de una ONG

Fuente: Extra Emprendedores (EL País)

La educación se sitúa como elemento clave para desarrollar la cultura empresarial

Aprender a pensar, crear, arriesgar, decidir, fracasar, recapacitar, avanzar… La actitud para poner en acción estos verbos son inherentes a toda persona emprendedora que se aventura a abrirse a lo desconocido para generar empleo, riqueza y valor. “Emprender no es montar un quiosco de pipas ni hacerse autónomo, emprender es concebir un futuro más sostenible, que implique el desarrollo humano y que sitúe a las personas en el centro del crecimiento”, establece el catedrático de psicología José María León.

No hay adjetivos claros que definan a las personas que se atreven a poner en acción esos verbos, pero sí se deben desarrollar cuatro habilidades que garantizan una buena actitud ante el emprendimiento: saber comunicar, ser creativo, poder trabajar en equipo y adquirir conocimiento del mercado. León apunta a que facilita el trabajo dominar las nuevas tecnologías, tener contactos o contar con algún familiar empresario del que se puedan conocer referencias. “Es necesario crear una cultura del emprendimiento en la que formen parte desde el abuelo hasta el nieto, que cada persona la entienda y se sienta protagonista de su aprendizaje”, afirma.

De esta manera, el psicólogo posiciona a la educación como elemento clave para el progreso. Del corcho de un aula del Instituto Torreblanca de Sevilla cuelgan bolsos, collares, pulseras y otros abalorios realizados por mujeres discapacitadas de la India que los alumnos de cuarto de ESO del centro se han comprometido a vender. Han simulado la creación de una cooperativa para dar salida a estos productos, enviados por la Fundación Vicente Ferrer, y así recaudar fondos. “Ha sido una experiencia muy bonita, nos ha gustado saber que nuestro trabajo va a ser bueno para personas que lo necesitan”, dice satisfecha Paula Payá, de 16 años. Según cuenta, se han organizado por parejas para redactar los estatutos de la empresa, diseñar el logotipo y organizar los turnos de venta, tanto en su centro como en un mercadillo organizado en una plaza de Sevilla bajo  el programa Miniempresas de la Consejería de Economía.

“En este caso, el alumnado hace de intermediario y aprenden a gestionar los recursos, asumen responsabilidades y además toman conciencia solidaria”, destaca Gemma Peces, profesora de Economía del centro e impulsora de esta iniciativa con la que aseguran haber recaudado 700 euros. “El mejor momento de todos es el de contar el dinero”, añade la alumna Lorena Beleño, de 17 años, que cree que los conocimientos aprendidos van a servirle en el futuro si quiere crear una empresa. La profesora detalla que la formación en su clase de Economía se ha completado con la redacción de currículos, cartas de presentación y conocimientos de los derechos del consumidor.

Miniempresas es uno de los seis programas de Economía del plan para fomentar la cultura emprendedora en el sistema educativo desde Primaria hasta la Universidad. Otro de ellos es Emprendejoven, un servicio que ofrece asesoramiento y seguimiento a los proyectos de estudiantes de Formación Profesional. Jesús Luna, de 25 años, ha participado en uno de ellos. “Mi proyecto consiste en montar un rocódromo en una nave industrial para hacer una escuela y que la formación de escalada no dependa de la climatología”, detalla Luna, que estudia en Sevilla para ser técnico superior en Animación y Actividades Físicas y Deportivas. Su profesora de creación y gestión de empresas, María Ángeles Abad, es la que busca e incluye los programas institucionales y experiencias de profesionales en sus clases para incentivar el emprendimiento. “Así pierden el miedo a iniciarse en una aventura empresarial. El área del deporte está en auge y mis alumnos son muy activos”, asegura.

Jesús Luna presentará en unos días su proyecto del rocódromo ante un tribunal. “Tengo que exponer todo el trabajo que he realizado de evaluación del mercado, metodología para su puesta en marcha, costes de la empresa, viabilidad del proyecto…”, enumera Luna, que habla con naturalidad de estudios económicos, balances o estatutos de los trabajadores. “La exposición de los proyectos es fundamental para evaluar cómo se expresan las ideas en público, cómo se desenvuelven, cómo organizan la información”, matiza Abad. Para Luna ha sido muy útil haber realizado numerosas prácticas durante su formación.

“Con las experiencias se aprende más que estudiando teoría. Así conoces bien cómo funciona todo. He practicado deportes nuevos que nunca había hecho y hemos participado en rutas de senderismo, es más útil vivir la formación”, opina Luna, que si definitivamente pone en práctica su empresa vaticina que podrá contratar a más gente para el rocódromo.

León considera la implicación y el protagonismo de las personas en la formación como un eje fundamental para el emprendimiento. “En los centros habría que empezar a cambiar algunas cosas. Por ejemplo, como están diseñadas las clases. El profesor imparte sobre una tarima y todos los alumnos le miran adoptando una actitud pasiva frente a la educación. Hay que mover las sillas de sitio, innovar en la enseñanza, que los alumnos se motiven. Y hay muchos profesores y profesoras que ya trabajan así”, cuenta León, quien añade que un pilar básico para la formación es la transigencia a fallar y aprender de los errores. “No se puede emprender con la presión de tener éxito. Es cuestión de tantear, de ver qué ideas funcionan y cuáles no, de probar”, añade el catedrático.

Rob Nail, el director de Singularity University, la universidad de Silicon Valley, en Estados Unidos, declaró el pasado marzo en una visita a Sevilla que en España se debería trabajar en el aspecto apuntado por León. “Si hay algo en lo que creemos que podemos ayudar es en ofrecer la cultura del fracaso a otras regiones. En Silicon Valley tenemos una cultura que consiste en que cuando alguien empieza un proyecto e intenta cambiar el mundo, pero la empresa fracasa por una razón técnica, de tiempo o de mercado… tanto los inversores como todos los demás lo ven como una experiencia. Pero no siempre ocurre así. En otras regiones se piensa que, si has fallado, eres un fracasado y nunca volverán a invertir en ti otra vez. Eso es lo peor si queremos innovar”, declaró.

En la pregunta 10 del Test para Emprender a la que deben responder los alumnos del programa Emprendejoven se lee lo siguiente: “Ante la situación de crisis económica en la que nos encontramos, es muy probable que llegue un momento en la empresa, en el cual, hay que valorar si seguir adelante o bien renunciar al proyecto. Si este momento llega, ¿Cómo actuarías? A: Soy consciente de que habrá problemas, pero cuando estos lleguen me los tomaré como un reto personal. B: Todos tenemos momentos difíciles y si otros han pasado por esto y han podido superarlos, creo que yo también podré. C: Pediría ayuda a la gente cercana a mí para intentar cambiar la situación y salir adelante con fuerzas renovadas”. La cultura en el emprendimiento tendrá la respuesta correcta y los emprendedores deben estar preparados para enfrentarse a estas situaciones, pero no solo deben saber responder los protagonistas o promotores de la idea, también la sociedad, que, como punto de partida, debe implicarse en aprender.

Programas

El Plan de Fomento de la Cultura Emprendedora incluye:

Miniempresas educativas: Talleres y mercado real para alumnos desde Primaria a Formación Profesional.

Music Hero: Juego de simulación empresarial. Hasta Bachillerato.

Emprendejoven y Cicerone: Asesoramiento real, apoyo y premios para alumnos de Formación Profesional.

Aulas Andalucía Emprende: Creación de empresas en la Universidad.

Red de Empresas Amigas: Facilita prácticas remuneradas a estudiantes menores de 30 años.